En lo más alto de las montañas de piedra del sur del mundo Cranues, donde el viento aúlla entre las cavernas talladas con precisión ancestral, habita la tribu Fluxariana. Son seres de piel reptiliana, de un solo ojo de mirada penetrante que encierra sabiduría y poder. Su boca, oculta en su abdomen, los hace aún más enigmáticos, pues no hablan; su única forma de comunicación es la mirada. Viven en un reino fortificado dentro de la roca, un laberinto de pasadizos protegidos por torres naturales y entradas ocultas que solo ellos conocen. En su mundo no existen las palabras, solo el entendimiento absoluto en cada destello de sus ojos.

La sociedad Fluxariana es un reflejo de su fortaleza. El Rey y la Reina gobiernan con autoridad inquebrantable, mientras sus herederos se preparan para continuar el legado. Los Jueces del Destino dictaminan justicia con la visión de siglos en su mirada, mientras los Caballeros de la Aurora blanden sus armas con fervor, listos para defender su hogar. Los Magos del Éter, guardianes de los secretos más antiguos, canalizan la energía de la montaña para proteger la tribu. En la base de la jerarquía, los Esclavos Marcados cumplen su destino sin elección, mientras los ciudadanos, tanto ricos como humildes, trabajan en la economía de su aislado reino. En los túneles exteriores, los guerreros de bajo rango vigilan cada grieta, listos para enfrentar cualquier sombra que amenace su hogar.

Hace siglos, los Fluxarianos enfrentaron la noche más larga de su historia. Desde el bosque de Holuryi, un lugar de raíces interminables y sombras vivientes, emergieron los Titanes de Médula Rocosa, colosos de corteza y piedra que avanzaban como una marea imparable, arrasando todo a su paso. Incapaces de razonar con ellos, la tribu se preparó para la guerra. Los Caballeros de la Aurora emboscaron a los titanes en los desfiladeros, mientras los Magos del Éter conjuraban ilusiones de luz para confundirlos. Durante días, la montaña tembló bajo el choque de guerreros y bestias. Pero fue el Rey en persona quien, con astucia, engañó al líder de los Titanes y lo condujo hasta una grieta sin fondo, donde la criatura cayó, arrastrando consigo a su horda.

Desde aquel día, la mirada de los Fluxarianos nunca baja la guardia. Ahora, los vientos traen rumores de susurros en Holuryi, donde las sombras se agitan una vez más. Y cuando la amenaza resurja, la tribu Fluxariana no huirá. Porque en la roca que habitan, en el fuego de sus ojos, yace una verdad incuestionable: quienes desafíen a Fluxaria conocerán el peso de su furia.